jueves, 28 de enero de 2010

Taoísmo II - Fundamentos

El Taoísmo establece la existencia de tres fuerzas: una positiva, otra negativa y una tercera, conciliadora. Las dos primeras se oponen y complementan simultáneamente entre sí, es decir que son interdependientes de manera absoluta y funcionan como una unidad. Son el Yin (fuerza negativa/sutil, femenina, húmeda...) y el Yang (fuerza positiva/concreta, masculina, seca...). La tercera fuerza es el Tao, o fuerza superior que las contiene.

El significado más antiguo que existe sobre el Tao dice: "Yi Yin, Yi Yang, Zhè Wei Tao", es decir, "un aspecto Yin, un aspecto Yang, eso es tao".

Puede ejemplificarse esta concepción a partir del significado de las palabras: "Yang" literalmente significa la ladera luminosa (soleada) de la montaña, y "Yin" la ladera oscura (sombría) de la montaña; entiéndase la idea de montaña como símbolo de "unidad". Así, aunque representan dos fuerzas aparentemente opuestas, forman parte de una única naturaleza.

La igualdad entre las dos primeras fuerzas entraña la igualdad de sus manifestaciones consideradas en abstracto. Por ello el taoísta no considera superior la vida sobre la muerte, no otorga supremacía a la construcción sobre la destrucción, ni al placer sobre el sufrimiento, ni a lo positivo sobre lo negativo, ni a la afirmación sobre la negación.

Las cosas cotidianas e insignificantes tienen un significado mucho más profundo del que nosotros le damos.

Cuando Lao Tse habla del Tao procura alejarlo de todo aquello que pueda dar una idea de algo concreto. Prefiere encuadrarlo en un plano distinto a todo lo que pertenece al mundo. Porque el Tao "es" como el espacio vacío para que se manifieste el todo.
"Existía antes del Cielo y de la Tierra", dice, y, efectivamente, no es posible decir de dónde proviene. Es madre de la creación y fuente de todos los seres.

El Tao tampoco es temporal o limitado; al intentar observarlo, no se lo ve, no se lo oye ni se lo siente. Es la fuente primaria cósmica de la que proviene la Creación. Es el principio de todos, la raíz del Cielo y de la Tierra, la "madre" de todas las cosas. Mas, si intentamos definirlo, mirarlo u oírlo, no sería posible: el Tao regresa al No-Ser, ahí donde es insondable, inalcanzable y eterno.

Todas las cosas bajo el Cielo gozan de lo que es, lo que es surge de lo que no es y retorna al No-Ser, con el que nunca deja de estar ligado.

El mundo de los seres puede ser nombrado con el nombre de No-Ser y el mundo de los fenómenos con el nombre de Ser. Las diferencias recaen en los nombres, pues el nombre de uno es Ser y el del otro, No-Ser, pero aunque los nombres son distintos, se trata de un solo hecho: el misterio desde cuyas profundidades surgen todos los prodigios.

Al encontrar el camino que conduce de la confusión del mundo hacia lo eterno, estamos en el camino del Tao.

El taoísmo excluye el concepto de ley y lo sustituye por el de orden. Es decir, las cosas son de determinada manera debido a que su posicíon en un universo en permanente movimiento les confiere una naturaleza que las obliga a ese comportamiento.
Tao es el nombre global que se da al orden natural.

El objetivo del Tao es enseñar al hombre a integrarse en la naturaleza, enseñarle a fluir, a integrarse en sí mismo en concordancia y armonía. El Tao no es un creador porque nada en el mundo se crea ni el mundo es creado. Enseñar a compenetrarse con esta naturaleza y armonía de tal modo que llegue a experimentar en su propio cuerpo sus ritmos vitales. Sintonizándose el cuerpo humano mediante una serie de ejercicios con estos ritmos, ganando así serenidad mental y energía física.

Observando de la perspectiva del Tao, se ve cómo todas las cosas se elevan, se vuelven grandes y luego retornan a su raíz. Vivir y morir es simplemente entrar y salir. Las fuerzas de la mente no tienen poder sobre quien sigue el Tao. El camino del No-Ser lleva a la quietud y la observación, y conduce de lo múltiple al Uno. Para poder recorrer ese camino hace falta preparación interna. Mediante la práctica espiritual, la perseverancia, el recogimiento y el silencio se llega a un estado de relajación que debe ser tan sereno que posibilita la contemplación del Ser interior, el alma, y así se logra ver lo invisible, escuchar lo inaudible, sentir lo inalcanzable.
Lejos de una amoralidad o de una moralina latitudinaria, el taoísmo preconiza la armonía, allí está el bien, un absoluto sobre las relatividades.
Ésta ética se refleja en el arte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario